Cuando en este contexto, de los planteamientos iniciales, en torno a nuestro propio nombre, hablamos de lo otro, no nos referimos a lo por venir o a lo ausente sino a aquello que estando ya parece no tener lugar. Apostamos entonces porque el porvenir sea ahora, un ahora donde el espacio publico no nos engañemás presentándose como aquel que congrega, siendo su principal poder el de hacer invisible a cuanto no es presentado por su seductora voz.
La escultura puede ser muchas cosas, entre otras un nombre que vincula a su pasado, un pasado que cuando quiere ser presente se muestra demasiadas veces excesivamente estático – en el sentido de éxtasis – excesivamente ensimismado en contemplaciones auto referenciales.
Sabemos que lo otro es la motivación, la expectativa y el empuje por lo que la vida continúa. Entre ser nosotros mismos y llegar a ser los otros –esa aparente imposibilidad que a veces se salva con recursos de algunas artes– no hay un secuestro de identidades sino una puesta en crisis de lo idéntico, que mueve a su reconstrucción, a su fortalecimiento, allí precisamente donde la diferencia recuerdaque diferir es ante todo jugarlas posibilidades de lo idéntico.
En la tensión de esa paradoja o en su apariencia –expulsados a los márgenes del pensamiento– se mueven los espacios que parecen de nadie. Creemos en aquellas artes que confían en los recíprocos poderes de crear territorios.